De los seguros al cómic y las novelas (y tan contento)

Nací en Barcelona, en el barrio de Gràcia, un 9 de junio de 1961. Allí crecí, estudié, e incluso trabajé.

En cuanto a estudios, poca cosa. Como solía ser habitual en aquella época, a los 15 años conseguí el título de Graduado Escolar, y hasta ahí llegó mi carrera académica. Aquello no era lo mío. Lo que sí me tiraba desde muy pequeño era contar historias. Dibujaba en cualquier papel que caía en mis manos: relatos simples, garabateados, con personajes que hablaban dentro de globos, señalando aquí y allá. Mis primeros cómics, vaya, aunque entonces ni sabía que lo eran.

Parte de aquellas historias era reflejo de los cómics y libros que mis padres me compraban, o de las series y programas infantiles que, por aquel entonces, se emitían en blanco y negro en las únicas dos cadenas que reinaban sin rival en el noble arte de entretener a quienes podían permitirse un televisor. Nosotros teníamos esa suerte.

Recuerdo perfectamente aquellos momentos nocturnos en los que me escabullía de la cama en silencio y sacaba la cabeza por la puerta entreabierta de mi habitación, quedándome ahí inmóvil, totalmente encogido, conteniendo la respiración mientras espiaba retazos de las series para mayores, señalizadas por dos rombos blancos en el extremo superior derecho de la pantalla, la señal inequívoca de que algo interesante estaba ocurriendo cuando uno ya debía estar durmiendo.

Tras haber conseguido aquel punto de inflexión en el que uno ha de decidir entre seguir estudiando o ponerse a trabajar —en aquel entonces no existían los ninis— opté sin ningún género de dudas por ponerme a trabajar. Estaba entusiasmado por buscar empleo y comencé a hacerlo en el sector de la ilustración y el cómic, pero —utilizando un recurso narrativo en las novelas para crear un giro en la trama—, de repente, me encontré iniciando mi carrera profesional dentro de otro sector, el de los seguros, comenzando como botones en una aseguradora. Y ahí me quedé en ese mundo, currando día a día, año tras año...

Hasta que, de repente — otra vez el recurso— llegó el día en que comencé a recibir los frutos de más de cuarenta y seis años de cotización a la Seguridad Social.

En el ínterin de esta vida, me he estado preparando para esta ocasión. Durante todo este tiempo, como aficionado, he dibujado ilustraciones, cómics, he escrito historias, he colaborado en proyectos audiovisuales... A lo largo de los años, he leído y he escuchado relatos, libros y cómics; he visto películas, ilustraciones y obras de arte; y lo más importante: he observado y aprendido del mundo y de sus historias lo que he podido y me han dejado.

Así que, ahora es el momento de ordenar todo esto y devolver al mundo, con mis propias palabras e imágenes, una pequeña parte de lo que me ha regalado. Ya no hay horarios ni jefes, solo historias esperando a ser contadas. Y yo, lápiz en mano, dispuesto a dibujar y escribir con toda mi ilusión y ganas.

Un abrazo, amigos.